El Mando de Artillería de Campaña (MACA) ha finalizado con éxito el ejercicio "Apoyo Preciso", desarrollado del 6 al 14 de marzo en cinco escenarios distintos: el Centro de Adiestramiento "San Gregorio" de Zaragoza, los campos de maniobras y tiro "Ferral" de San Andrés del Rabanedo (León), "El Teleno" de Astorga (León) y "Cerro Muriano" de Córdoba, y el acuartelamiento "El Bujeo" de Tarifa (Cádiz).El objetivo era evaluar al Grupo de Artillería de Campaña que estará en disponibilidad en el periodo 2014-2015 y a la Unidad de Artillería de Campaña que podrá desempeñar su cometido en el marco de los compromisos internacionales de España (Battle Group de la Unión Europea y NATO Reaction Force). También se evaluaba a las unidades de adquisición de objetivos y se buscaba integrar en el Puesto de Mando (de entidad cuerpo de ejército) información procedente de diversas fuentes, entre ellas el Centro de Operaciones de Artillería de Costa (situado en el Estrecho de Gibraltar) y un vehículo aéreo no tripulado (que sobrevolaba "El Teleno").Prueba de la importancia de este ejercicio es que en él han participado cerca de 1.500 militares (incluido personal de la Brigada de Transmisiones y la Brigada Logística), con un total de 320 vehículos y 38 obuses. Ha sido un ejercicio con fuego real, en el cual se han tirado 706 proyectiles, de los que 604 eran rompedores y 102 fumígenos. Además, se han empleado radares Arthur y AN-TPQ-36, así como sistemas de localización por sonido y estaciones meteorológicas. Línea de piezas tirando en San Gregorio (Foto:Iván Jiménez/DECET)Los tiros fueron efectuados con el obús de 155/52 mm y el obús autopropulsado M-109. El primero de ellos es de fabricación española y puede llegar a realizar hasta 10 disparos por minuto, con un alcance máximo de 40 km. El segundo es de origen estadounidense y cuenta a su favor con la gran movilidad y la rapidez de actuación que le proporcionan sus cadenas, junto con la protección de su blindaje. Mucho menos vistoso pero fundamental para el éxito del ejercicio ha sido la utilización del sistema de mando y control de apoyos de fuego Talos.El jefe del MACA, general Luis Manuel Martínez Meijide, presenció la fase final del ejercicio (los días 12 y 13 de marzo) y se mostró muy satisfecho con el empleo que se estaba haciendo del material. Teniendo en cuenta el criterio de economía de medios y aprovechando al máximo las posibilidades que ofrecen las comunicaciones vía satélite, el general destacó que el desarrollo del ejercicio en varios escenarios permitía "recrear un supuesto despliegue en zona de operaciones en el cual una unidad artillera podría estar dando protección en una determinada área, encontrándose a 40 o 50 km de otra unidad". Es una situación que podría darse en una operación real y que exigiría de las baterías rapidez en la entrada y salida de posición y precisión en el tiro..fuente: Ejército de Tierra.
El SIPNAP está basado en el sistema DINAPS de Santa Bárbara Sistemas, y se trata de un sistema modular y adaptable, que combina un Sistema de navegación híbrido (inercial + GPS), un radar de velocidad en boca y un potente Software que resuelve en tiempo real la balística para objetivos fijos o móviles empleando cualquier combinación carga - proyectil.Según el fabricante, un grupo de 18 obuses M-109 estándar harían 270 disparos en un tiempo de 52 minutos, mientras que un grupo de 18 obuses M-109 dotados con SIPNAP, haría el mismo número de disparos en 9 minutos.Como se puede apreciar, la diferencia es abismal, dejando los cálculos topográficos únicamente para comprobación del correcto funcionamiento del sistema SIPNAP.En el Ejército de Tierra, se está implementando este sistema en la medida que los presupuestos lo permiten, habiéndose completado al menos el GACA I/11.
El Regimiento de Artillería Antiaérea (RAAA) nº 73 -con sede en Cartagena (Murcia)- ha realizado, del 24 al 27 de marzo, un ejercicio de fuego real en el Campo de Maniobras y Tiro "Médano del Loro" (Huelva).El ejercicio, en el que tomó parte el Grupo Aspide I/73, tuvo como objetivos completar la instrucción del personal, adiestrar y evaluar tripulaciones, comprobar la eficacia del sistema de tiro y evaluar los procedimientos de integración y combate de los medios de la unidad. Para ello, se realizaron lanzamientos de misiles superficie/aire de baja y muy baja cota y fuego de cañones antiaéreos de 35/90 mm contra aviones blanco.
Hace una semana, la Alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, se sentía «alarmada por la escalada de violencia en Bangui», la capital de República Centroafricana. Poco después, ACNUR avisaba: «Hay que actuar antes de que suceda una tragedia». Así que la UE aceleró el proceso y dio luz verde al lanzamiento de la misión «EUFOR RCA» para tratar de estabilizar la capital y poner fin a sucesos como el ocurrido hace pocos días, en el que once personas fallecieron y 20 resultaron heridas por la explosión de varias granadas en el barrio de Kokoro, en uno de los distritos en el que se desplegarán 55 militares del Mando de Operaciones Especiales (MOE), quienes tienen claro que lo que allí ocurre es «una barra libre de violencia».Desde diciembre, la lucha entre los grupos cristianos «Anti-Balaka» y los rebeldes musulmanes de «Seleka» ha dejado más de 1.100 muertos y casi un millón de desplazados. «Se trata de un país inexistente, con un Gobierno que no alcanza y sin Fuerzas de Seguridad». Quien habla es el teniente coronel Jesús Díez Alcalde, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, y se dirige a los efectivos del MOE que a final de mes llegarán a Bangui como parte de «EUFOR RCA». A ellos, que deberán contribuir a la estabilización, les manda un mensaje: «La violencia no ha cesado y han de empeñarse en que haya seguridad».Al mando, un teniente coronelY ése es el escenario en el que trabajarán estos 55 militares. La mayoría pertenece al Grupo de Operaciones Especiales «Legionario Maderal Oleaga XIX» (GOE XIX) y se complementan con personal de apoyo en comunicaciones y mantenimiento reforzado del Cuartel General del MOE. Al mando, el teniente coronel J. L. S., quien, al igual que sus compañeros, prefiere mantenerse en el anonimato. Conoce el riesgo: «la zona está sometida a mucha tensión, es un área inestable con picos de violencia muy fuertes y atrocidades», pero apunta que «no somos el objetivo». Eso sí, «asumes riesgos al llevar a cabo una misión».¿Por qué ellos?Pero ¿por qué ellos? «El escenario es delicado y voluble, y ha de ir una Fuerza muy polivalente. Ofertamos muchas capacidades siendo muy pocos», afirma J. L. S. Aun así, hasta que no lleguen, no sabrán cuáles serán sus misiones y ellos mismos decidirán qué hace falta. «Hay que hacer un gran trabajo de campo», comenta el capitán J. A. C., jefe del equipo de tiradores de precisión. «El problema es que a lo mejor pasan semanas y no se ven resultados porque estamos viéndolas venir, valorando los problemas, si me puedo fiar de éste...», explica. El segundo jefe de este equipo, sargento 1º R. B., hace hincapié en que «una de las razones de enviarnos es el desconocimiento o el caos que pueda haber. Nuestra gente tiene mucho control propio y es muy madura, algo fundamental».Si bien en el plano táctico no serán los primeros, «no sabemos hasta dónde llegan los franceses –con la operación «Sangaris»–, por lo que tendremos que estudiar por dónde patrullamos, con qué horario, con qué actitud...», afirma J. A. C. Y añade que ellos serán los que tendrán que valorar si «hace falta que vayamos a pie y con armamento, en blindado, de noche, si interesa pasarse por este barrio, dar protección a las iglesias...».A la espera«No sabemos cómo reaccionará cualquiera de las dos facciones si ven que presionamos en una u otra dirección. Tienes que ir probando e irte adaptando. Que no funciona, pues cambiamos», comenta el capitán L. C., jefe de la unidad operativa. Su compañero, el capitán J. A. C., deja claro que «no se trata de ir a pegar tiros, es hacerte respetar».Para ello, ponen a disposición de la misión todo el espectro de capacidades de Operaciones Especiales: acción directa, reconocimiento especial, escolta, tiradores, asistencia militar, rescate y recuperación de personal... «y lo que el mando considere que debe cumplir alguien con una preparación diferente al resto de unidades», explica el jefe de operaciones, comandante A. M. N. Pese a ello, «no nos asusta ir sin tareas definidas. Somos muy adaptables», destaca L. C.Así que «llevamos la capacidad de tiradores de precisión, que nos da la capacidad de la vigilancia y de discriminación –comenta el capitán J. A. C.–, porque esto no es una guerra convencional», y puede que tengan que actuar contra un objetivo concreto que, por ejemplo, está cometiendo atrocidades en un campo de refugiados. El capitán L. C. cuenta con «una entidad superior, porque necesito poner el músculo y tenemos capacidad para constituir patrullas a pie, en vehículo (tendrán 10 «Lince») o cualquier otra misión de la doctrina de Operaciones Especiales». Su discreción –por seguridad– hace que no quieran dar demasiados detalles.Carta abiertaEso sí, de momento hay carta abierta para cualquier operación. En su opinión, es «de las misiones con más factor de riesgo».Actualmente «Sangaris» se despliega en el aeropuerto M'Poko, pero una vez lleguen, los franceses se irán y ocuparán lo que dejen, en espacio y en misiones. Se establecerán en el aeródromo, pero inmediatamente, el teniente coronel J. L. S. explica que pasarán «a lo que llamamos el campo de fútbol», una fábrica diáfana cercana, como una gran explanada donde se levantará el campamento de EUFOR RCA. Su área de responsabilidad abarca los distritos 3 (Usé) y 5 (Oku), con más de 230.000 habitantes. Pese al riesgo, no pierden el humor y se ríen al explicar que «vamos a estar todo el día andando y mojados. Y eso no es problema».
Me quedan vivos un par de amigos espías, o que lo fueron, o están a pique de dejar de serlo. Espías de verdad, quiero decir, de los de antes, con alguno de los cuales comparto intensos recuerdos africanos que, hace ya diez o quince años, mencioné por encima en esta misma página. Con otro de ellos, más reciente, comí hace poco para charlar de nuestras cosas; y en el transcurso de la conversación me pidió que algún domingo dedicara un recuerdo a los siete compañeros que -noviembre de 2003, hace poco se cumplieron diez años- murieron en el combate de Latifiya, Iraq. Y aquí me tienen ustedes. Cumpliendo.Eran espías de verdad, no hurones de cloaca especialistas en Corinnas, Bárbaras y braguetas reales. Tengo ante mí en este momento la carta de uno de ellos a su familia; y yo mismo, que vivo de contar historias, no podría narrar mejor lo que aquellos siete compatriotas nuestros, más el que sobrevivió del grupo, hacían allí, en un podrido rincón del mundo. Si han visto ustedes aquella película -buenísima- de Leonardo DiCaprio y Russell Crowe sobre agentes en Iraq, dejarán poco espacio a la imaginación: hacían exactamente lo mismo, con la diferencia de que, en vez de tener detrás el respaldo de la nación más poderosa del mundo, tenían lo que ustedes y yo tenemos aquí. Fotografiaban a miembros de Al Qaeda cuando salían de las mezquitas, se entrevistaban con líderes chiítas radicales, vestían como árabes, trataban con traficantes de armas y asesinos, falsificaban los documentos de sus propios coches, bebían cerveza camuflada en latas de refresco, dormían con una pistola debajo de la almohada y salían cada día a la calle, a hacer su trabajo -eran humildes soldados de España, sin uniforme, en misión en el extranjero- pensando que quizá ése iba a ser el día en que los secuestraran y llevaran a una casa remota, escondida; y allí, donde nadie pudiera oír sus gritos, los torturaran durante días, como a bestias, antes de degollarlos ante una cámara de vídeo para que sus padres, mujeres e hijos pudieran verlo a gusto en Internet. Hacían todo eso que dije antes, cada día, recorriendo Bagdad, tragándose el miedo mientras escuchaban canciones de Sabina en el radiocasete del coche, o como se llame eso ahora. Hacían su trabajo con valor y decencia. Se ganaban el jornal. Hasta que un día, en la ruleta de la suerte, o de la vida, salió su número.Hay por ahí unos viejos versos un poco cursis, pero cuyo final es hermoso: No supieron querer otra bandera / no supieron morir de otra manera. Y así sucedieron las cosas aquel día en la localidad de Latifiya, cuando los malos -en toda guerra, no importa el bando, el malo siempre es quien te dispara- les tendieron una emboscada. Iban cuatro comandantes, dos brigadas y dos sargentos: ocho hombres en dos coches. Los estaban esperando y los achicharraron a tiros. No fue un atentado de hola y adiós, sino un ataque militar prolongado, con intensa potencia de fuego: Kalashnikovs contra pistolas y un par de subfusiles de corto alcance. Con los coches a un lado de la carretera, medio volcados y hundidas las ruedas en el barro, los supervivientes se reagruparon como pudieron, manteniendo la cohesión del grupo según habían aprendido en la escuela militar, tumbados en el fangal, defendiéndose como gatos panza arriba, tiro a tiro. Tres ya estaban muertos, otro se desangraba. Los supervivientes enlazaron con Madrid por teléfono satélite, pero allí sólo pudieron transmitir las coordenadas a los americanos y escuchar disparos hasta que se cortó la comunicación. Prosiguió el combate bajo un fuego intenso, ya sin otra esperanza que vender caro el pellejo, no regalarlo. Sin munición, encasquillado el subfusil, un sargento recibió orden de buscar ayuda o encontrar un coche que funcionara. «Si sales ahora te van a freír», le dijeron. Lo último que oyó, a su espalda, fue: «Me han dado». Después, disparando sus últimos cartuchos, los que aún podían disparar lo cubrieron mientras corría agazapado. Casi lo matan cien veces, pero logró salir de la zona de fuego. Los otros siguieron disparando hasta agotar la munición y morir uno tras otro. Los atacantes tuvieron que rematarlos con granadas. Cuando el superviviente volvió al lugar con una patrulla de la policía iraquí, sus compañeros estaban muertos. Todos, exactamente en el mismo lugar en que los había dejado combatiendo.Eran ocho españoles. Estaban muy lejos de casa, haciendo su trabajo, y murieron resignados y profesionales, como quienes eran. Como supieron ser. Se llamaban Zanón, Merino, Martínez, Lucas, Baró, Rodríguez, Vega y Sánchez. No está de más que hoy los recordemos en esta página.