La guerra en Ucrania ha confirmado lo que ya se intuía en los cuarteles generales: el dron, barato, letal y ubicuo, se ha convertido en uno de los protagonistas de los conflictos modernos. Capaces de vigilar, espiar o atacar con precisión, estas plataformas no tripuladas han obligado a todos los ejércitos a repensar su defensa. El español no es una excepción.El Ejército de Tierra probó la semana pasada un nuevo sistema antidrones y de guerra electrónica desarrollado por la empresa nacional TRC: el Nexor, una solución modular de mando y control que promete integrar en una sola plataforma las distintas herramientas de detección y neutralización de amenazas.«Lo que hacemos es la integración física de los dispositivos que el Regimiento de Guerra Electrónica número 31 considera interesantes para la prueba de concepto. Los integramos en dos vehículos y desarrollamos la herramienta de mando y control que gestiona todos estos dispositivos», explica a EL MUNDOPaula Martín, responsable de producto de TRC.Hasta ahora, cada sensor requería su propio operador y equipo informático. Con Nexor, toda esa información se centraliza. «Antes necesitaban un operador con cada sistema; ahora basta con una herramienta única, amigable y diseñada específicamente para los militares que van a usarla», señala Martín. Porque TRC empezó a diseñar esta nueva tecnología a petición del Ejército y ha sido de la mano de ellos cómo se ha desarrollado.Un soldado trabaja en la interfaz del sistema antidrones.E. M.El sistema, bautizado como Cerberus en su despliegue con el Regimiento de Guerra Electrónica, se ha probado en vehículos Vamtac ST5 en maniobras en Ciudad Real y formará parte del próximo ejercicio Atlas, el gran adiestramiento nacional en defensa aérea. Entre sus capacidades destacan la detección de drones y comunicaciones hostiles, la interceptación de señales satelitales y la inhibición electrónica de plataformas no tripuladas.Según la responsable de TRC, Nexor puede detectar y neutralizar incluso un enjambre de drones gracias su inhibidor. «La prueba de concepto [que se realizó la semana pasada en Ciudad Real] ya lleva tiempo de rodaje y se encuentra en un punto muy realista, con operadores del Ejército trabajando directamente con la herramienta», añade. Es por ello que, a falta de entrega completa, Martín rechaza que sea solo un prototipo.El Ejército de Tierra español ya dispone de varias soluciones antidrones. Una de las más conocidas es el sistema C-UAS (Counter Unmanned Aerial System) Coyote, desplegado en bases en el exterior y capaz de detectar y neutralizar aparatos ligeros. También se emplean inhibidores portátiles como los de la familia DroneGun, que utilizan ondas de radio para cortar la comunicación entre el dron y su operador. Además, el Mando de Artillería Antiaérea (MAAA) ha probado sistemas extranjeros como el israelí Drone Dome, y el propio Regimiento de Guerra Electrónica 31 lleva años experimentando con equipos de detección de frecuencias.Nexor se suma a este ecosistema como una herramienta que no sustituye, sino que integra. Su modularidad permite añadir sensores a medida que surgen nuevas amenazas. «En estos tres años hemos ido incorporando nuevos sistemas según evolucionaban los riesgos. La clave es que la herramienta sea modular, porque la tecnología avanza tan rápido como las amenazas», destaca Martín. Se muestra orgullosa también de la apuesta por una empresa española, el camino hacia la soberanía estratégica:«La soberanía nacional nos permite tener el control de la información. Estamos hablando que los datos sean procesados y almacenados por un código que se ha hecho aquí en España y que sabes que a la información no va a acceder a ningún otro país, lo que es bastante interesante e importante en la situación actual».
Apretones de manos y elogios cruzados. Margarita Robles visitaba este lunes -y Europa Press daba cuenta de ello- la planta de URO Vehículos Especiales S.A. (Urovesa) en Valga (Pontevedra), y lo hacía justo el día de su cumpleaños. No fue casualidad: el Ministerio de Defensa ha querido subrayar la relevancia de uno de los proyectos clave del actual ciclo inversor, en plena reformulación del Plan de Adquisiciones. Sobre la mesa, un contrato de largo recorrido: la futura entrega de un centenar de Vehículos de Exploración y Reconocimiento Terrestre (VERT) para las Fuerzas Armadas.Aún sin contrato firmado –aunque Justo Sierra, presidente y consejero delegado de la compañía, ha adelantado que se formalizará “en las próximas semanas”–, el VERT ya aparece como un programa central -uno más- del Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa (PITSD). Con 132 millones de euros en préstamos ya aprobados por el Consejo de Ministros, y una ejecución prevista hasta 2030, se trata de uno de los mayores encargos a Urovesa desde su fundación, en los 80.Urovesa es una de esas compañías del tejido industrial nacional que no necesita ahondar en grandes campañas de publicidad, que desenvuelve en un placentero silencio fabril, sin llamar la atención y sin verse involucrada -hasta el momento- en disputas industriales ni competencias trufadas, y que, si alguna vez copa titulares, suelen ser de reconocimiento y satisfacción por el trabajo y los productos entregados.Un VAMTAC muy distintoEl VERT (Vehículo de Exploración y Reconocimiento Terrestre) se basa en la plataforma VAMTAC ST5, bien conocida por los ejércitos de más de 20 países. Pero aquí se acaban las similitudes. No estamos ante un transporte todoterreno al uso, sino ante una solución táctica equipada con sensores de nueva generación, cámaras especializadas, estaciones meteorológicas, antenas satelitales y sistemas de obtención de información que apuntan a una interoperabilidad plena con el resto de nodos del campo de batalla.¿Quién integra todo eso? Urovesa. ¿Quién lo fabrica? No sólo Urovesa. Navantia es quien desarrolla e integra el sistema de misión (SERT -Sistema de Exploración y Reconocimiento Terrestre-): sensores (cámaras EO/IR, mástiles telescópicos, láser), sistemas de visualización, BMS para transmisión en tiempo real de datos/videos. Por su parte, la empresa gallega ensamblará un vehículo de muy alta complejidad. No obstante, Sierra ha dejado clara la voluntad de “entregar el vehículo completo”, marcando territorio en un mercado donde sólo los grandes grupos industriales jugaban en esta liga.AmpliaciónPero el VERT no es el único frente abierto. Urovesa sigue adelante con su plan de ampliación en Valga, con una inversión de 52 millones de euros y 106.000 metros cuadrados más de instalaciones. El objetivo: duplicar capacidades para 2029, generar 100 empleos directos más y hasta 500 indirectos en la industria auxiliar, repartidos entre Galicia, Asturias, País Vasco y Madrid.Esta ampliación permitiría a la compañía “responder a una demanda cada vez más intensa del mercado de defensa español e internacional”, según su presidente. En términos claros: aspiran a convertirse en un proveedor de referencia a escala nacional e internacional. Un salto tecnológico e industrial que requiere, eso sí, que los planes no se queden en anuncios.Defensa, industria, empleoLa ministra Robles, como es habitual, no se guardó elogios: “Urovesa es un orgullo para la industria de defensa española”. Volvió a insistir en el argumento de siempre –y que pocos dentro del sector discuten–: invertir en defensa es también invertir en tecnología y en empleo. En Galicia, con el tejido productivo que aún arrastra inercias de reconversión, eso tiene peso político -electoral-.Urovesa cerró 2024 con una facturación de 122 millones, un 12% más que el año anterior, y estima acabar 2025 en el entorno de 145 a 150 millones. Cifras que refrendan su buen momento, pero que también generan presión: cumplir los plazos del VERT y sostener su crecimiento va a requerir precisión de relojería… y una cadena de suministro sin sobresaltos.De momento, el Ejército espera. Y Urovesa promete. La realidad llegará con los primeros prototipos, que –si no hay contratiempos– verán la luz en 2026. Entonces sabremos si la promesa se cumple… o si volvemos a mirar al calendario.