« Responder #81 em: Julho 17, 2024, 09:40:40 am »
Protegiendo los secretos de un naufragio: buceo en el HMS Coventry
En este artículo histórico, el ex buzo de la Marina Real Ray Sinclair revela detalles de la Operación Blackleg, el peligroso trabajo para recuperar materiales clasificados del naufragio del HMS Coventry hundido frente a las Islas Malvinas en mayo de 1982.
El HMS Coventry se hundió a unos 100 metros de profundidad al norte del estrecho de las Malvinas. Aunque se consideró que el pecio era demasiado profundo para el buceo amateur, podía ser accesible para buceadores profesionales. Ante el temor de que la marina soviética pudiera intentar acceder al lugar, se consideró necesario montar una operación para recuperar el material criptográfico clasificado que se había dejado a bordo lo antes posible.
El HMS Coventry fue atacado por aviones A-4 Skyhawks de la Fuerza Aérea Argentina el 25 de mayo de 1982. La acción se cobró la vida de 19 marineros y hirió a otros 30. Con el costado de babor destrozado por 3 bombas, el barco volcó y solo 20 minutos después de ser alcanzado, dejando poco tiempo para que todo el material clasificado fuera destruido.
La Operación Blackleg estuvo dirigida por el teniente comandante Mike Kooner y un equipo de buzos navales que operaron desde el buque alquilado MV Stena Seaspread entre octubre y diciembre de 1982. El equipo consiguió varias armas, destruyó equipos sensibles y recuperó objetos, entre ellos documentos codificados, la espada ceremonial y el telescopio del capitán, así como la Cruz de los Clavos de la Catedral de Coventry, presentada en 1978 cuando se puso en servicio el barco. Cuatro décadas después, el buzo principal Ray Sinclair (antes Suckling), ahora periodista, ha escrito esta narración:
Cuenta de primera mano
Nuestro grupo naval 2200, a bordo del buque de apoyo de buceo Stena Seaspread, había llegado a su destino. El barco está estacionado a 13 millas al norte de la isla West Falkland en el tempestuoso océano Atlántico Sur. Directamente debajo de nosotros, a 300 pies de profundidad, tumbado sobre su costado de babor, se encontraba el naufragio del destructor de misiles guiados Tipo 42 de la Marina Real Británica, el HMS Coventry.
El tiempo tiende a desdibujar y distorsionar los recuerdos. Sin embargo, casi 40 años después, los recuerdos de la tumba de guerra del HMS Coventry se han fortalecido con claridad y conmoción. Lo que más me ha afectado es el traslado de los cuerpos de los caídos, esos jóvenes valientes que lo sacrificaron todo y permanecen para siempre en guardia.
El comando, en una escena que recuerda a una película de James Bond y hablado con la seriedad de 'M', informó a los buzos: "Si no logramos recuperar o destruir todos los elementos de la lista del Ministerio de Defensa, la OTAN retrocederá 25 años".
Estaba en mi segunda inmersión de saturación, mi primera inmersión de saturación como buceador de limpieza de la Marina Real. En mi primera excursión al Coventry, salí de la campana de buceo y me senté en el peso, que cuelga de dos cables de metal justo debajo de la puerta de entrada redonda de la campana. Debajo de mí, el vehículo operado a distancia (ROV), con sus luces gemelas y su cámara, iluminaba pequeñas secciones del barco mientras revoloteaba por la enorme extensión del casco gris. Me bajé del peso y me deslicé lentamente hacia el costado de estribor del barco para comenzar a cortar un orificio de acceso más grande. Miré hacia arriba a la campana de buceo, que ahora colgaba como un brillante adorno navideño en la oscuridad del océano circundante.
El MV Stena Seaspread (HMS Hermes más allá) visto en Portsmouth durante agosto de 1982 preparándose para la operación Blackleg. Ya había sido empleado durante la Guerra de las Malvinas y fue fletado nuevamente por el Ministerio de Defensa. Tenía una tripulación acostumbrada a trabajar con la Marina Real, buen comportamiento en el mar y resistencia y estaba equipado con un sistema de buceo de saturación junto con un sistema de posicionamiento dinámico. Su barco gemelo, el MV Stena Inspector, fue posteriormente comprado por el Ministerio de Defensa y sirvió como buque de apoyo de ingeniería naval RFA Diligence hasta 2016 (Foto: Hugh Llewelyn).
Continuamos cortando para agrandar el agujero en equipos de dos personas, con los pequeños contragolpes habituales que causaron problemas. Desafortunadamente, Clegg sufrió lo que debió haber sido una explosión submarina más grande, cuya fuerza agrietó la gruesa placa frontal de policarbonato de su casco de buceo. Clegg logró regresar a la seguridad de la campana, comprensiblemente conmocionado, pero afortunadamente pudo continuar con sus tareas de buceo.
El equipo se dividió en dos equipos de tres. Harrison, Wilson y yo formamos un equipo. Debíamos rotar entre el buzo (1), el buzo (2) y el botones. Nuestra tarea era que Harrison entrara al interior del barco a través del agujero agrandado y que yo me ubicara dentro del vestíbulo para cuidar el cordón umbilical del buzo.
Harrison se dirigiría entonces a lo largo del pasillo hasta la sala de ordenadores para recuperar las cintas criptográficas de los ordenadores. Sabíamos que había un cuerpo sobre la puerta, que conducía directamente al comienzo del pasillo. Edwards y Daber habían terminado su inmersión, despejando el vestíbulo para acceder, cuando se encontraron con el cuerpo. Los buzos recibieron instrucciones de utilizar el término Código Bravo para cualquier tripulante del barco fallecido que necesitara ser reubicado para llevar a cabo la operación.
Por radio, informé al control de buceo del código Bravo y de lo que había que hacer. Suponiendo que teníamos una mejor comprensión de la situación y que el control de buceo no sabía qué hacer, el silencio fue la respuesta. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Harrison y yo levantamos al marinero y lo colocamos en la puerta. Lo dejamos ir y lo observamos flotar serenamente hacia su lugar de descanso final.
Harrison podía ahora avanzar con cautela por el pasillo para recuperar las cintas. Después de una hora, el Control de Buceo me informó que Harrison estaba atrapado y que yo tenía que ir por el pasillo hasta donde estaba él y liberarlo. Me abrí paso con cautela, siguiendo el cordón umbilical de su buzo en el espacio estrecho y desordenado hasta donde Harrison estaba atrapado. Tenía los brazos llenos de cintas criptográficas. Cables y alambres enredados alrededor de su casco de buceo y la botella de rescate.
Harrison también estaba atrapado entre un armario y el costado de la estructura del barco. No sabía que yo estaba allí y luchaba por liberarse. Me comuniqué con el Control de Buceo para decirle que se quedara quieto. Luego comencé a quitar el nido de cables y agarrar su botella de rescate por la parte trasera y su arnés de buceo por la parte delantera y tirar de él a través de la abertura estrecha; este es el trabajo del buzo (2). En el vestíbulo, Harrison me dio las cintas y regresó para recuperar las cintas restantes, este es el trabajo del buzo (1).
(Izquierda) El comandante del HMS Coventry, el capitán David Hart Dyke, entrega la cruz de clavos recuperada del barco al obispo de Coventry, en marzo de 1983. La cruz se hizo con clavos rescatados de las ruinas de la catedral de Coventry después de que fuera destruida por las bombas alemanas en la Segunda Guerra Mundial. La cruz ahora se lleva a bordo del HMS Diamond, afiliado a la ciudad de Coventry. (Derecha) El suboficial Michael Harrison, el suboficial jefe Brian Hutchinson, el buzo líder Graham Wilson y el buzo líder Ray Sinclair.
Camarote del capitán
La sala de ordenadores se despejó con éxito. El equipo de buceo 003 recibió la tarea de despejar la cabina del capitán Hart-Dyke. El objetivo principal era abrir la caja fuerte y recuperar los documentos de alto secreto. El equipo formado por Edwards, buzo (1), Daber, buzo (2) y Clegg (campanero) fue el primer equipo en entrar en la cabina. Su tarea era limpiar el desorden para crear un entorno de trabajo más seguro. En esta inmersión, Edwards y Daber recuperaron la venerada "Cruz de clavos", y Daber recuperó la espada ceremonial y el telescopio de Hart-Dyke.
En la siguiente inmersión, yo era el buzo (1), Wilson, el buzo (2) y Harrison (el botones). Yo debía abrir la caja fuerte. Me dirigí hacia la caja fuerte, del tamaño de un cofre pequeño. Wilson estaba afuera, cuidando mi cordón umbilical. El control de inmersión transmitió la combinación, tantas vueltas a la izquierda, parar, un número a la derecha, parar, tres a la izquierda, parar. Luego probé la manija, pero la puerta de la caja fuerte no se abrió.
Intenté abrir la cerradura de combinación tres veces, pero sin éxito. Wilson me pasó el equipo de corte con arco de oxígeno y, como un profesional, cortó la caja fuerte. Una vez abierta, saqué los documentos marcados como ALTO SECRETO. Confieso que leí algunos, pero la codificación estaba por encima de mi nivel de conocimientos. Además, en la caja fuerte había algunos adornos de plata preciosos, candelabros pequeños y recuerdo claramente la pequeña caja antigua de plata con una diligencia tirada por seis caballos grabada en la tapa. Puse toda la plata en una bolsa de correo azul oscuro y se la entregué a Wilson. No había dinero en la caja fuerte en forma de caja chica. Cuando salí de la cabina del capitán, la caja fuerte estaba vacía.
Misil Sea Dart armado en su lanzador.
El último misil
El 26 de noviembre de 1982, mi última excursión como buzo (1) fue dirigirme al lanzador de misiles Sea Dart. Allí, en el lanzador, estaba el último misil Sea Dart armado que sobresalía desafiantemente en un ángulo de 90 grados hacia el barco. El resultado habría sido diferente si este misil hubiera derribado a los aviones argentinos atacantes.
El lado superior envió un paquete de 4 libras de explosivos plásticos y dos cargas de 50 libras. Coloqué las cargas de 50 libras en la superestructura del barco en lugares estratégicos. Luego nadé hasta el Sea Dart, me monté a horcajadas sobre el misil como si fuera una motocicleta y aseguré el paquete explosivo a la ojiva. El comando no estaba seguro de si las demoliciones profundas con corteza funcionarían. La campana de buceo y los buzos del 003 ahora estaban a salvo a bordo y comenzaban la descompresión. El Stena Seaspread se alejó de la estación. Las tres cargas detonaron.
El grupo naval 2200 a bordo del MV Stena Seaspread estaba compuesto por 25 buzos y 13 miembros del personal de apoyo, encargados de las labores de recuperación en el HMS Coventry.
Durante 30 años, debido a la Ley de Secretos Oficiales, solo se permitía que se publicaran los relatos de las inmersiones aprobados por el Ministerio de Defensa. No se dio ningún crédito a los buzos líderes que llevaron a cabo la mayor parte del trabajo peligroso, angustioso y exigente. Ahora, 40 años después, mi relato sirve como un recuento de hechos y estoy inmensamente orgulloso de haber sido parte del equipo de buceo de tres hombres que vio al suboficial Micheal (Harry) Harrison recibir el Premio al Valor de la Reina. Esta tripulación, incluidos los dos contratistas civiles, el supervisor de buceo Geoff Stone y el operador del ROV Jim Pye, hicieron posible esta inmersión épica. Desde el marinero más joven hasta el oficial al mando, este equipo de la Marina Real se merecía como mínimo una Mención Honorífica del Comandante en Jefe.
